La presencia física de los británicos en la isla desde principios del siglo XIX, y la utilización de su puerto como principal punto de escala en sus rutas con las colonias existentes en África, India, Asia y Australia, evidencian su participación en el desarrollo de nuestra tierra desde muchos puntos de vista que merecen la importancia y el valor histórico y patrimonial para la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en particular y Canarias, en general.
Esta creciente presencia plantea la necesidad de disponer de un cementerio o campo santo propio, sobre todo, cuando, al fallecer la esposa de Benjamín Walter fue denegada la solicitud de enterrar su cuerpo en el Cementerio Católico de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria por lo que el 9 de febrero de 1829 fue enterrada, de acuerdo con los ritos protestantes, en los extramuros de la propia ciudad.
Este hecho, que causó una gran conmoción y preocupación, aparece sentado en un libro que se encuentra en el Consulado Británico de Las Palmas de Gran Canaria, según expone el solicitante en la documentación remitida al Cabildo Insular de Gran Canaria.
En consecuencia, a principios de 1830, algunos residentes británicos junto al Vicecónsul decidieron adquirir un terreno para destinarlo a cementerio, propiedad a la que contribuyó el Gobierno de S.M. británica con 50 libras con la condición de que los residentes en la isla pusieran una cantidad igual.
Según la documentación obrante en el expediente, finalmente el terreno fue cedido por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, en lo que hoy es la ladera y el barrio de San José, en aquel entonces, alejado del casco urbano amurallado.
El British Cemetery es la institución más antigua de la colonia británica en las Islas Canarias, iniciándose su construcción en el año 1834. Los promotores del mismo fueron los siguientes caballeros: Samuel Bishop, James y Frederick Manly, Robert Warrand y Clarence Houghton, George y James Swanston, Thomas Miller, Alexander Cochran, James Wood y George Anstice (vicecónsul británico).
Entre todos aportaron 308 pesos equivalentes a 50 libras esterlinas y el resto fue aportado por el Gobierno Británico. Los promotores se reservaron enterramientos para sus familias como compensación a la inversión a realizar.
Los primeros enterramientos se realizaron en el año 1835, concretamente el del marinero G. Willians (4 de diciembre de 1835) y el de Mary, la esposa de James Swanston (25 de diciembre del mismo año) datándose en el año 2005 el último enterramiento efectuado hasta la fecha.
En este cementerio se encuentra la tumba de la familia Miller, junto a la de otras personas conocidas como los Blandy, Fisher, Park, Pilcher, etc. Aunque la mayoría de las tumbas pertenecen a muchas personas que vinieron a Gran Canaria en busca de salud, también existen muchos marineros fallecidos en la propia ciudad, o a bordo, en aguas cercanas, que eran traídos y enterrados en este cementerio.
Según los datos consultados, entre mayo de 1903 y abril de 1904 fueron enterrados 13 turistas y 6 marineros. Existen también tumbas de personas de origen israelí, noruego, alemán y holandés.
En 1874, el cónsul británico en Canarias, Mr. Robert Houghton, comerciante establecido en Las Palmas de Gran Canaria desde 1827, envió una carta de dimisión de su cargo a Lord Granville, Ministro de Asuntos Exteriores en aquel momento, a causa de un triste incidente relacionado con el Cementerio Inglés de Las Palmas de Gran Canaria.
Por aquellos tiempos el cónsul “ex oficio” era el responsable del cementerio protestante y custodio de sus llaves y encargado de autorizar sus enterramientos. En 1874, el cónsul de los Estados Unidos de Norteamérica en Tenerife solicita de su colega británico que el cadáver de una señora americana fallecida en aquella isla pudiese ser enterrada en el cementerio ya que en Tenerife no había equivalente.
Mr. Houghton rechazó la solicitud alegando que sólo los ingleses tienen derecho a ser enterrados en el cementerio de San José que era apenas suficiente para el creciente número de británicos establecidos en Las Palmas de Gran Canaria, y añadió que en un reciente cambio de la legislación española se permitía el entierro de no católicos en el cementerio público de Las Palmas, lo que suponía era de aplicación en Tenerife.
Esta decisión no fue respaldada por los miembros de la destacada colonia británica y el cónsul norteamericano elevó su queja a la superioridad. Como resultado Mr. Houghton fue reprendido, lo que dio lugar a dimitir de su cargo tras 37 años de ejercicio.
Su hermano Charles James Houghton fue enterrado en el cementerio inglés en el año 1878 y Robert también descansó allí en 1895. Sus tumbas estaban cerca de la familia Miller, si bien hoy no aparece ningún monumento en memoria de este último, que fue cofundador del cementerio.
El British Cemetery se inicia con una planta rectangular, siendo posteriormente ampliado con áreas trapezoidales en diferentes niveles o plataformas de acuerdo a la orografía del terreno, adquiriendo la forma actual. Estas ampliaciones se suceden en 1888, 1905 y 1963.
En su parte delantera, por la que se accede, dispone de un volumen cubierto rematado por una cornisa y almenas triangulares rematadas en el centro por una circular. El acceso desde el exterior se abre con arco abocinado de medio punto y frontón triangular recto. Los demás huecos son de media caña con dintel bajo apuntado. Las pilastras terminan en pilastrones de punta triangular.
El interior de este volumen dispone de un vestíbulo de llegada, un espacio para uso de capilla, dedicada a St. Joseph y otro para uso de guarda de enseres. El resto del espacio es abierto totalmente con la secuencia de los distintos niveles ya mencionados.
Los trabajos de amurallamiento del cementerio se concluyen en 1902. En 1905, se construyó la capilla bajo la advocación de San José, realizándose en 1812 la ampliación de la superficie del cementerio hasta 641 m2. En la actualidad su superficie ocupa un área de 1.815,83 m2.
Fuente: http://www.gobiernodecanarias.org/cultura/patrimoniocultural/bics/index.html?bic=true&cod=843