Había pasado una semana del ataque de Japón en la base de Pearl Harbor cuando las autoridades de EE.UU encontraron algo anormal en su tráfico marítimo comercial. Un buque canario, de bandera española, que realizaba la ruta entre Guinea Ecuatorial, Canarias y algunas zonas de la península, transportando mercancías como madera o cacao, se encontraba en sus aguas territoriales.
La entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial (SGM) reforzó los controles martítimos. Se trataba del buque ‘Isla de Tenerife’. Fue intervenido por los técnicos del Tesoro con agentes del FBI. Asaltaron el buque. Encontraron: emisoras de radio, cables blindados, 200 bidones de aceite y algo que dejó desconcertados a los inspectores: seda. Al parecer, antes había declarado que llevaba trigo a España.
¿Qué explicación aportó la tripulación a los agentes del Tesoro de EE.UU? Que eran «las provisiones del buque», que tenía como destino final, según lo manifestado, Barcelona aunque con escala previa en las islas. Hacer escala en Canarias era lo que contrariaba a los agentes norteamericanos de Aduanas. Se preguntaban si en Canarias no había aceite. Y sostenían que el ese aceite era para submarinos alemanes.
Un FBI muy despistado
Los consignatarios del buque en Nueva York fueron retenidos. Se trataba de Marcelino García Rubiera y Manuel Díaz Riestra, destacados empresarios españoles de Manhattan. Les acusaban de traficar mercancías con los nazis bajo la neutralidad española.
El secuestro del buque por parte del Departamento del Tesoro fue una semana después del ataque Pearl Harbor, es decir, diciembre de 1941. ¿Qué había hecho antes el «Isla de Tenerife»? Nada menos que la ruta especial Barcelona-La Habana-Nueva York con centenares de judíos europeos de diferentes nacionalidades que huían de los nazis.
Pero hay hay más: también en noviembre de ese 1941, cuando regresaba de Nueva York rumbo a la Península tras pasar por Canarias, captó una llamada de emergencia del vapor español Navemar, que también procedía de Nueva York. Fue a 300 millas de Cádiz cuando fue torpedeado y hundido por el submarino italiano Barbarigo. Es decir: ya hacía la ruta Nueva York-Canarias-Península.
Erre que erre
Sin embargo, en diciembre, con el asalto en el Puerto de Nueva York, las autoridades norteamericanas indicaban que el buque canario formaba parte de «una red de apoyo para el Eje desde su percha en la ciudad de Nueva York». Fueron acusados de violar la Ley de Control de Exportación de EE.UU. de 1940.
Para Brooke Blower, profesora de la Berkeley y en Princeton, la teoría que barajaban los funcionarios es suministraban a la Armada alemana en medio del Atlántico. Pero los norteramericanos no encontraban pruebas de delito alguno. El subsecretario de Estado, Adolf Berle, afirmó meses después que la investigación del FBI sobre el ‘Isla de Tenerife’ estaba «pendiente”de cerrarse».
García y Díaz nunca fueron procesados. Pero se les acusó de todo aunque sufrieron daños económicos producto de la cacería organizada por el FBI en 1941. Blower recuerda que se les investigaba por presunto tráfico entre Canarias y América de diésel para submarinos alemanes. Como España era neutral en la SGM, los buques mercantes españoles hacían sus rutas con riesgos de ser hundidos entre América y Canarias, puertos de obligada presencia por seguridad.
Al FBI, de acuerdo con las memorias oficiales de aquella época que ha analizado la profesora Blowerle, le llamaba la atención exportaciones desde Estados Unidos a Suiza vía Canarias que realizaban los barcos gestionados por García y Díaz, donde las cargas se transferían a barcos más pequeños que, posteriormente, ponen rumbo a Génova.
El embajador de España en Estados Unidos, Juan Francisco de Cárdenas, expresó a las autoridades norteamericanas que si se bloqueaban operaciones en Nueva York, «España tendría que ir a los mercados más cercanos». El embajador británico en Madrid en 1941, con la información que suministraba el FBI, Samuel Hoare, transmitió a Londres que estaba «ansioso por resolver» el caso de los consignatarios García y Díaz en Estados Unidos.
Tras su detención, según Brooke Blower, el capitán del buque Isla de Tenerife, José Albertí Palmer, se convertiría en informante de los Aliados, que busca un acuerdo detallando supuestas violaciones de abastecimiento de combustible de los submarinos alemanes y comunicaciones clandestinas en el Atlántico.
Ayuda en la mar
Se trata de una época donde 87 barcos españoles hacen funciones humanitaria a favor de los Aliados en el Atlántico como rescatar tripulaciones aliadas y salvar a miles de refugiados de Europa. Quizás por el apoyo a los judíos que huían de Europa y la cooperación con los Aliados, en contra del criterio del FBI, la Fiscalía General de Estados Unidos nunca actuó de oficio contra los empresarios García y Díaz, con pasaporte de un país neutral en la SGM y residentes en suelo norteamericano.
Datos del buque perseguido por el FBI
El «Isla de Tenerife» tuvo un barco gemelo llamado «Isla de Gran Canaria», que acabó en aguas de Rusia por la Guerra Civil. La Guerra Civil lo soprendió en la ruta Las Palmas-Barcelona. Después de 1939, hacía la ruta entre Barcelona y Bilbao con Guinea Ecuatorial aunque con escalas en Canarias.
Era un buque de 5.334 toneladas brutas, con sus 113,30 metros de eslora total, 109 entre perpendiculares, 14,60 metros de manga, 10,36 de puntal y 7,65 metros de calado máximo. Estaba propulsado por una máquina alternativa de triple expansión, 12 nudos de andar 65 revoluciones.
Fuente: www.abc.es