La teoría de la rana y de su forma de cocerla sin que salte de la olla, no es de esta editorial, ni ha sido promovida nunca, si acaso porque se encuentra de mal gusto el conceptuar al cuerpo de estibadores como ranas, pero es verdad que es de amplia circulación en el mundo portuario, y que otros antes llevan meses hablando de esto y no se sabe porque cauces promoviéndola más allá de sus autores. El símil es desafortunado pero ilustra la situación.
La teoría de la rana está por así decirlo triunfando, pero no por las razones que diagnosticaban los creadores, sino por otras pero con igual destino.
La teoría asimila la rana al modelo de la estiba que se va cociendo, por los cambios legislativos, sin que los protagonistas se den cuenta de ello.
Los estibadores en pocos meses no más allá de 3, han pasado de creerse fuertes como el sindicato más aguerrido de Europa, incluso de Occidente, a caer en una crisis existencial, de la cual no es inmune cualquier humano y qué provoca los mayores desastres.
Los estibadores están llegando a la conclusión de que su modelo está finiquitado y que verdaderamente el poder lo tiene ahora es que gradúa el fuego del puchero en el que se hayan.
Están llegando esta conclusión mucho antes de que sus antagonistas en este proceso, las empresas, abogados, lobbys o funcionarios, pudieran haberlo pensado y de que los mismos autores de la teoría de la rana pronosticaban.
Los estibadores se sienten huérfanos de sus líderes, creen que han vendido el modelo, y que los han vendido. Y que ya este modelo no pervivirá para las generaciones futuras. Como mucho pueden aspirar a atrincherarse un poco en sus actuales condiciones.
Es ridículo pero lo que no consiguió Intersagunto, por ser un hecho aislado ha ido corroyendo las bases de la motivación existencial, resumido en el lema de todos o ninguno.
Antes incluso del golpe de gracia del CPE de Bilbao, promovido por Bergé en un alarde de audacia y quizá de lectura correcta de los hados; ya se evidenciaba la fatiga existencial en el puerto de Valencia.
Muchos han sido los conflictos internos, el desgaste, las pérdidas de mayoría de Coordinadora, la difuminación del liderazgo. Su lejanía en Canarias, que ha contribuido a algo que sí que se pronosticaba, que era el fraccionamiento del frente de batalla estibador, en tres puertos distintos y aislados como nunca unos de otros, por sus modelos: Algeciras, Valencia y Barcelona.
Quizá el error de los estibadores es no haberse dado cuenta que el movimiento estibador funcionaba con una piña no porque Julián García, el líder histórico, fuese más o menos exaltado, que lo era, una especie de Trump, sino porque además era de Barcelona y aglutinaba un puerto capaz de jugar sus cartas de forma aislada. Y ahora más por la disgregación política.
El otro gran puerto Algeciras es un coto de los cabellos Boys, siempre al margen siempre centrado en su relación simbiótica con Maerks, y del que tampoco se puede esperar unidad sindical para una acción conjunta. Así las cosas el frente del Norte como aquella guerra del 36 ha roto el sueño de un paraíso obrero estibador, sostenido con el tiempo
Antolín Goya y la cúpula de Coordinadora ha ido perdiendo fuelle, calidad y capacidad de convocatoria. A ido cediendo terrenos legislativos, y se encuentra ahora en una situación incluso mucho más difícil, que la de los estibadores de Ámberes que fueron también objetivo de la Comisión Europea y de aquella comisaría Violeta Bulc. Mientras que ellos se ríen, aquí en España el frente estibador se está deshaciendo y rompiendo. Las empresas las patronales que dirigen los CPE, y están percibiendo esta debilidad y hasta en Valencia surgen rumores de qué tal o cuál multinacional se quiere ir, y quizás se rompa el CEP, por alianzas.
La firmeza de las empresas como la patronal de Bilbao donde Bergé, está jugando fuerte a poner contra las cuerdas al Comité de Empresa y lo ha puesto. O Valencia donde con habilidad SEVASA-CPE, quiere imponer un sistema de control mediante software,de los movimientos de los estibadores, que no los va a dejar ni irse al baño 10 minutos; está demostrando a los estibadores que su batalla está perdida y que ahora cuando ellos quieren defender sus modelos de trabajo ancestrales se encuentran con la desagradable sensación que sus líderes, los han vendido, porque han ido cediendo terreno y ahora tienen una cosa llamada la Comisión Nacional de la Competencia, CNMC, que acojona a los líderes sindicales menores y que los tiene inermes y asustados ante multas personales de 65.000, euros.
El principal problema es que los estibadores ya no confían en sus líderes a los que acusan de enriquecerse y prepararse su salida del sistema.
Fuente:
REVISTA PUERTOS Y NAVIERAS – 20/10/2020