Topónimo con el que se conoce en el noroeste de la isla un pequeño puerto o bahía, una playa y los llanos próximos a la franja costera. Situados entre la septentrional Punta de Sardina, el extremo más noroccidental de la isla, y la meridional Punta de El Farallón reconocible por el gran roque aislado al sur de la bahía denominado Roque Partido.
La bahía está protegida de los vientos del noroeste, norte y noreste, ante los que no tiene defensa la Caleta de Abajo de Gáldar, con la cual se complementaba en la antigüedad.
Se cree que su nombre deriva del patronímico de un almirante portugués Juan de Sardinha, quien recaló por estas costas cuando los castellanos andaban en la conquista de la isla, almirante lusitano que en 1478 firmó las paces con los aborígenes.
Otras fuentes hablan del colono portugués Diogo Sardinha, pero no hay constancia de que residiera en Gáldar, ni de que tuviera ninguna relación confirmada con dicho puerto. Queda despejada toda duda por la preexistencia del topónimo anterior a la vecindad de Diogo Sardinha en Telde.
La mención del topónimo está datada a finales de julio de 1478, año fundacional del del Real de Las Palmas: «Por entonces veinte naves lusitanas de las cuales siete iban numeradas se empeñaron en desembarcar a sus soldados con el fin de acabar con los nuestros gracias a su abrumadora mayoría. Unos mil seiscientos llevaría aquella flota portuguesa, y creían que les sería en extremo fácil poder capturar al reducido grupo de los nuestros si llegaban a poner pie en la playa. Para asegurar más el éxito de su empresa los portugueses enviaron a los canarios a un conocedor de su idioma a fin de que estableciera con ellos un convenio sobre esta base: en un día y hora determinados desembarcarían los soldados portugueses llevados al puerto de Sardina aunque pretendieran estorbárselo las reducidas tropas de Andalucía», de la “Cuarta década” de Alonso de Palencia (cita de GARCÍA TORRES, J.R. Y HERNÁNDEZ BAUTISTA, F.: “Ascendencia de Madeira. Diego Sardinha y María Sánchez”, geneacanaria.blogspot.com.es, 11-02-2016).
Del artículo de la cita tomamos igualmente el dato de la vecindad en Telde del colono portugués: «Bautismo de Leonor, Libro 1 ‐ Folio 1 Nº 3 ‐ Iglesia de San Juan Bautista de Telde: “Viernes tres del mes de Junio (1503) bautizó Diego Sardina una hija, pusiéronle nombre Leonor, fueron padrinos Vicente Tabordo y su mujer Juana (¿Sanches?)”». Aun tratándose Leonor de la hija menor del colono Diogo de Sardinha, la edad presumible del mismo de una treintena de años y su oficio ajeno a la marinería adveran que el antro-topónimo del puerto de Gáldar no se debe a su protagonismo.
Ante de la llegada de los castellanos, en el lugar como en toda la costa galdense, hubieron asentamientos aborígenes, localizándose distintas cuevas. Según la ficha arqueológica de Patrinet es un conjunto de cuatro cuevas artificiales distribuidas en dos zonas y localizadas en las cotas medias de los acantilados costeros de Sardina.
En la zona noroccidental se encuentra el grupo más importante, que está constituido por tres cuevas distribuidas en un andén al que se accedía por una pequeña vereda acondicionada con algunos escalones, hoy desaparecida por las obras realizadas para impedir desprendimientos.
En la zona sureste existe otra cueva excavada en la toba que desde el exterior parece tener al menos dos estancias distribuidas en dos niveles. Se desconoce si existe material arqueológico asociado a estas cavidades, puesto que no se puede acceder a las mismas y si en su interior se conserva relleno sedimentario.
De fotos antiguas y referencias orales se concluye que la cantidad de cuevas existentes en esta zona costera era mayor. Las mismas en la actualidad han desaparecido o se encuentran ocultas por viviendas construidas en la zona.
A poco de conquistarse la isla e introducirse la industria azucarera, desde la vega mayor de Gáldar-Guía hasta las medianías inferiores, se desarrolló una importante actividad económica de exportación con salida principal por el Puerto de Sardina, aunque con embarcaderos naturales alternativos a las distancias y los malos tiempos, como El Río, Puerto Nuevo, La Caleta de Soria o Caleta de Arriba y La Caleta de Abajo.
Como en otros lugares, debe entenderse que entre los siglos XVI y XVIII se los llamaba puertos, aunque constituían simples ensenadas o desembocaduras de barrancos o barranquillos que, debido a su configuración geomorfológica por diferentes movimientos en la vertical de la isla y procesos erosivos, conformaban playas y caletas de arena o callados, con sus caletones y veriles anexos, al soco de los vientos.
Desde los primeros momentos su proximidad de Gáldar, a unos cuatro kilómetros, poco después de la Conquista mantiene parte de su importancia por el comercio de azúcar, pero decrece desde la segunda mitad del siglo XVI por la consolidación del puerto de Las Isletas como principal puerto de la isla, y también por el decaimiento de la industria azucarera.
La posibilidad del trazado de caminos de herraduras más llanos para el acceso al mar desde las dos poblaciones más importantes de la comarca de Gáldar y Guía, su calado y el excelente abrigo ante los vientos reinantes del norte determinaron, desde un primer momento, que fuera el puerto de Sardina el que desarrollara un papel preferente en la costa norte y oeste de la isla.
Se convirtió además en el principal punto de importación de excedentes de granos menudos de Tenerife, productos artesanales y manufacturas tanto insulares como de Europa. Además, su corta distancia del puerto de Santa Cruz de Tenerife lo convirtió en un Puerto de Primera Tierra, con Alcalde de Mar.
El trayecto con Santa Cruz lo cubría un velero bergantín o goleta, tanto desde aquí como de los puertos cercanos, en unas cuatro o cinco horas, manteniendo un rumbo fijo en la ida y en la vuelta, sin necesidad de largas bordadas y siempre con el puerto de destino a la vista (SUÁREZ MORENO, F.: La Mar en el Oeste de Gran Canaria, ed. digital, 2004).
En el año 1778, de los cuatrocientos barcos que recalaron en el puerto de Tenerife, setenta y nueve procedían de Puerto de La Cruz, setenta y seis del Puerto de Sardina, sesenta y cinco de Las Palmas de Gran Canaria, y cincuenta y uno de Agaete, segundo puerto de origen en volumen de barcos con destino a Tenerife, lo que da una idea clara de su importancia en el siglo XVIII.
En aquel intenso tráfico entre los dos Puertos de Primera Tierra, se incluía el transporte de pasajeros, no solo de la comarca, sino de Las Palmas o Arucas, desde donde era más fácil acercarse a lomo de bestias hasta Sardina, que realizar un viaje doble desde la Ciudad con menor riesgo ante una travesía abierta a los embates de los vientos del norte, y a la peligrosidad del corso, los buques mercantes con patente de su gobierno que actuaban contra piratas, barcos y puertos enemigos, y la piratería.
Para este servicio marítimo con Santa Cruz, el Puerto de Sardina disponía de dos veleros que cubrían el servicio con dos viajes por semana cada uno, con doce marineros por barco. Contaba además con una reducida actividad de pesca de bajura, con una falúa y seis marineros, y con las estudiadas salinas domésticas. A mediados del siglo XIX, pierde importancia y pasa a ser Puerto de Tercera Categoría.
Aunque es un hecho de la historia reciente, hay que contar por su importancia, que en febrero de 1968 tuvo lugar una huelga de mil setecientos obreros del Puerto de La Luz para reclamar mejoras salariales, lo que paralizó completamente la actividad comercial del primer puerto del archipiélago y supuso uno de los principales enfrentamientos del movimiento obrero contra la dictadura de Franco.
En este ambiente de reivindicaciones, a mediados de septiembre se reunieron líderes del Partido Comunista de España en Canarias con cerca de doscientas personas, parte de ellos agricultores a los que los «aguatenientes» les habían negado el agua para regar sus cultivos, y otros trabajadores de la empresa de asfaltado SATRA, que se marchó a Sidi Ifni sin pagar a sus cincuenta y tres empleados.
La asamblea, celebrada en la Cala de Martorell, cerca de la playa de Sardina, era para organizar una marcha ante el Gobierno Civil en protesta por la situación de los trabajadores, pero se presentaron muchos números de la Guardia Civil bajo el mando del comandante Díaz Otero, quien repentinamente disparó de forma indiscriminada. En el tiroteo resultaron dos personas heridas y los restantes trabajadores fueron acorralados en la playa en una tensa noche.
Al día siguiente fueron detenidas cincuenta personas que, al ser conducidas al Gobierno Civil fueron sometidas a terribles vejaciones y duros interrogatorios, lo que motivó el primer encierro que se produjo en España, al recluirse ocho mujeres en la catedral de Las Palmas durante cuatro días para reivindicar justicia para sus maridos, hermanos o hijos en las dependencias de la Guardia Civil, según afirmó Armando León, otro activista que formaba parte de las Juventudes Comunistas.
Pese a la repercusión internacional, con manifestaciones en Bélgica, Londres, Moscú y otros sitios del mundo, un Consejo de Guerra sumarísimo condenó a veinte personas a cumplir de uno a once años de prisión.